sábado, 13 de enero de 2018

Perdidos en el abismo



Este podría ser el título de un relato que narre las peripecias de los independentistas catalanes ante el nuevo proceso de constitución del Parlament y elección del presidente de la Generalitat. El miércoles día 17 de enero se constituirá el Parlament y se elegirá su Mesa. La elección adecuada de los miembros de la Mesa es esencial para que el proceso vaya apropiadamente por el cauce de la legalidad. Al frente de ella todo indica que se va a situar un diputado de ERC, y que la anterior presidenta, la Sra. Forcadell, también diputada, ha rechazado la oferta, alegando que está inmersa en un proceso judicial y no es bueno asumir la representación de las Cortes Catalanas. Esta señora tuvo la suerte de encontrarse con un juez benevolente en el Supremo que sólo le hizo pasar una noche en la cárcel, a pesar de su grave ataque al Estado de Derecho. Ahora tiene miedo. Lo mismo que Artur Mas, Carlos Mundó y otros muchos próceres independentistas catalanes, saben que si apuestan por la independencia lo han de hacer a través del cauce de la soberanía nacional como marca el marco legal vigente, que no es otro que el de la Constitución española.

A pesar de que la independencia se disuelve como un azucarillo en el agua de la confusión y el esperpento, algunos entienden que han de mantener el frente de guerra por una cuestión de dignidad. PDeCAT, ERC, la CUP, pero también En Común Podem, juegan a mantener viva la llama del entusiasmo de sus seguidores, en una batalla que saben que está perdida. Con ello pretender mantenerse vivos y preservar sus intereses partidistas. No les importa utilizar a su pueblo, el conjunto de ciudadanos de Cataluña, como valor subyacente e impulsar la economía catalana al desastre. El deterioro de las relaciones sociales y del clima político va a peor. Todo indica que la nueva etapa puede conducirnos a más de lo mismo.

La cuestión es cómo recuperar la normalidad. La antigua CiU está echada al monte. La independencia les importa “un pito”. Hoy el huido Puigdemont será capaz de renunciar a todo con tal de no verse en la cárcel. Mientras tanto leña, tanto él como sus acompañantes. El delirio nacionalista de esta gente, ahora devenido en independentista, no fue más que el pretexto para buscar un estatus social y hacer negocios sin escrúpulos. “El tres per cent” de los Pujol es una buena prueba de ello. El delfín de los Pujol, lo mismo que ellos, buscan como sea escapar de la Justicia. Mientras tanto jugaran al chantaje con el Estado, aunque sea a costa de los catalanes y la desestabilización económica y política de España. El Estado de Derecho ha de ser fuerte y aguantar los envites. No ha lugar a la negociación. Nos estamos jugando los derechos y libertades de todos los españoles por igual y el descrédito de la democracia.

Los últimos mensajes de ERC llaman a la esperanza, más allá de las bufonadas de algún diputado esperpéntico. Ellos saben que no hay una mayoría social para defender e intentar articular por la vía legal la petición de un proceso de independencia en Cataluña. Para ello necesitan ganar tiempo y normalizar la situación. Juegan con el hándicap de que comparten el mismo espacio social que el PDeCAT, lo que les sitúa en la competición absurda de ver quién es más pata negra. En todo caso, En Común Podem tiene un papel determinante. Son ellos los que pueden y deben retirar cualquier tipo de apoyo a la Presidencia de Puigdemont o diputado de su partido, al igual del resto de los partidos constitucionales del arco parlamentario, lo que doy por hecho. Sólo de esa forma se podrá recuperar el famoso “seny catalán”.

La estrategia de la defensa seguida por los abogados del antiguo conseller de interior y los líderes de ANC y Òmnium Cultural, para conseguir su excarcelación, no sólo aíslan a Puigdemont, sino que evocan una nueva vía política para normalizar a corto plazo la situación política en Cataluña. Si ERC se comprometiese a respetar la legalidad constitucional en Cataluña, siguiendo la línea de Forcadell y de sus diputados en prisión, la solución menos mala puede ser que esté al frente de la Generalitat un presidente de ERC, que por supuesto no gozaría del apoyo de la antigua CiU y de la CUP, y debiera contar con la abstención de C’s, PSOE y PP. Un solución difícil, y mucho más para los partidos constitucionalista y para C’s por los agravios creados, y que tiene como premisa fundamental el respeto a la Constitución. Pero si esta solución permitiese avanzar sería la menos mala. De lo contrario habrá que ir a nuevas elecciones. Y mientras tanto la incertidumbre seguirá creciendo y el deterioro del bienestar también. Los independentistas están perdidos en el abismo y gran parte del pueblo catalán les sigue a ciegas. Las consecuencias pueden ser nefastas.



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