sábado, 24 de enero de 2009

Confianza en el futuro…

Ante los momentos de dificultad por los que estamos pasando, como consecuencia de la grave crisis financiera internacional, no hay otra receta más que el trabajo, el sacrificio y la puesta en escena de actuaciones contrastadas por su éxito en ocasiones anteriores. Las políticas de expansión del gasto público –políticas Keynesianas- son las que mejor pueden dar respuesta a los grandes retos que se plantean actualmente en nuestra economía: la generación de empleo; la ayuda a las empresas para solventar sus problemas de liquidez y a las familias más desfavorecidas para que mantengan una vida digna; y mejorar la productividad y competitividad del sistema económico; en definitiva, modernizar nuestra economía.

El Gobierno socialista no ha dejado de adoptar e impulsar iniciativas encaminadas a hacer frente al creciente deterioro económico. En total, son más de 80 las medidas que componen el Plan Español de Estímulo para la Economía y al Empleo 2008-2010, el Plan E, como lo presentaba días atrás el propio Zapatero. Son medidas que suponen el 1,7 por ciento del PIB, en consonancia con los objetivos establecidos en la Cumbre de Washington de noviembre de 2008 para hacer frente a la crisis.

Así, durante 2008 se han puesto en las manos de familias y empresas más de 16.500 millones de euros, como consecuencia de la devolución del IRPF, de la reducción del Impuesto de Sociedades y de las ayudas por nacimiento de hijo. A esto hay que añadir en 2009, entre otras, la supresión del Impuesto de Patrimonio y la devolución mensual anticipada del IVA. Se trata de conjunto de medidas de estímulo fiscal, que suponen un aumento de renta y de capacidad económica de familias y empresas. Además, a través del Instituto de Crédito Oficial –ICO-, el Gobierno movilizará este año 19.000 millones de euros para que las Pymes financien su capital circulante, dando respuesta a una necesidad acuciante. Estas medidas de carácter selectivo van orientadas a dinamizar la economía. Hay que tener en cuenta que la recaudación tributaria se está resintiendo enormemente, como consecuencia de la caída del consumo y de la inversión. Bajar los impuestos aún más, como está proponiendo el PP, contribuiría a romper el “pacto de estabilidad presupuestaria” y a la necesidad de recortar las prestaciones sociales, entre ellas, las pensiones. En momentos de recesión como el que vivimos, la bajada de impuestos no implica un tirón del consumo y de la inversión, ya que ambas vienen determinadas por las expectativas, y eso ante todo requiere confianza. Es exactamente todo lo contrario de lo que hace el principal partido de la oposición.

El problema es de todos y corresponde a todas las instituciones, agentes económicos y sociales arrimar el hombro. El Gobierno ha puesto en marcha el Fondo Estatal de Inversión Local, dotado con 8.000 millones de euros, de los que a Segovia han correspondido más de 28 millones de euros. Con ellos se van a crear en la provincia más de 1.500 puestos de trabajo. Pero la Junta de Castilla y León tiene que poner en marcha el Fondo de Inversión Autonómico, como ha pedido el secretario general del PSOE en Castilla y León, Óscar López, por valor al menos de 200 millones de euros, lo que permitiría crear más de 5.000 puestos de trabajo. Y la Diputación ha de contribuir al estímulo de la economía segoviana. No se puede entender que tenga un remanente de más de cuatro millones de euros sin aplicar a las muchas necesidades que presenta el medio rural segoviano. Todas estas acciones conjuntas contribuirán a crear empleo y a que crezcan el consumo y la inversión.

La confianza en el futuro pasa también por que los empresarios, especialmente los promotores del sector de la construcción, renuncien a los altos márgenes que han tenido y tienen hasta el momento, y por que las entidades financieras hagan llegar hacia las empresas y las familias, de forma responsable, los créditos que ha puesto el Gobierno a su disposición, así como por evitar la demagogia y las divagaciones de las distintas fuerzas políticas. Es el momento de dar la talla; de construir y no destruir. De todos nosotros depende el futuro.

lunes, 19 de enero de 2009

Año de nieves, año de bienes

Y con 2009 llegó la nieve… Sí, al menos eso parece; y es posible que siga nevando en los próximos días. “Año de nieves, año de bienes”. Eso dice el refrán, pero también tiene sus controversias. Así la nieve también volvió locos a los madrileños: el aeropuerto hubo de cerrarse y las carreteras de circunvalación se convirtieron en auténticas ratoneras. Lo mismo ocurrió en otras partes de España. La tormenta política que se ha desatado ha puesto en entredicho la actuación de todas las instituciones: ayuntamientos, comunidades autónomas y Estado. El Gobierno socialista ha pedido disculpas y ha reconocido errores, no así otras instituciones y fuerzas políticas.

En el ámbito provincial, la cosa no cambia. Y si no que se lo pregunten al bueno del presidente de la Diputación de Segovia. Año tras año las carreteras comarcales de Segovia siguen presentando enormes dificultades, tras varios días de haberse producido las nevadas. En esta ocasión no fue menos. En la última semana eran muchas las carreteras del ámbito de competencias de la Diputación que aún tenían placas de hielo. Y fueron muchos los niños que no pudieron acudir al colegio en la provincia por esta circunstancia. El problema radica no sólo en la falta de medios para hacer frente al temporal, sino también en la ausencia de un ‘Plan de actuación ante fenómenos meteorológicos adversos’. Pero como todo está inventado y ensayado, recomiendo al equipo de gobierno de la Diputación de Segovia que traslade al territorio el plan de contingencias vasco. Sin duda, los segovianos del medio rural se lo agradecerán.

Por suerte, los pantanos están como nunca y las pistas de esquí están a rebosar, y batiendo récord, lo cual es muy de agradecer en época de crisis. La Pinilla, por ejemplo, ya ha llegado a 60.000 visitantes en esta temporada, con la consiguiente repercusión en el empleo. Y es que no mal que por bien no venga.

sábado, 10 de enero de 2009

El paro en recesión

Durante estos últimos días, los periódicos se han hecho eco de las cifras de paro, así como del drama social que representan. Los que en alguna ocasión hemos tenido la oportunidad de hacer cola en alguna de las oficinas de empleo sabemos lo difícil que resulta esa situación. El paro no sólo produce una merma de los ingresos económicos y del bienestar personal, sino también un importante deterioro de la autoestima y del estado anímico de las personas que lo sufren. Nadie está exento de engrosar la lista del paro, por muy preparado que se esté. El paro no deja de ser más que la manifestación de un problema económico, como es el caso.

La actual tasa de paro asciende en España a 13,4 por ciento -8,3 por ciento en Segovia-, lejos de la alcanzada a finales del año 87, cuando se elevó al 20 por ciento, con una población activa de 15 millones de personas. Aún así el fuerte incremento experimentado durante el último año, y en especial durante los últimos tres meses, pone de manifiesto importantes y viejos problemas estructurales en la economía española, más si se tiene en cuenta el diferencial de la tasa de paro de España con el resto de los países de Europa –más de seis puntos-.

La crisis financiera internacional ha sido el detonante de la crisis de la economía real en todo el mundo occidental. Pero, ¿por qué en España se manifiesta con más virulencia, al menos en términos de empleo? La respuesta hay que buscarla en las debilidades que presenta la economía española, y se manifiesta de forma desigual por la geografía española. El fuerte crecimiento de la economía española desde la década de los sesenta se ha fundamentado siempre en el crecimiento del consumo y, desde finales de la década de los 80, en un crecimiento acelerado de la inversión residencial.

La burbuja inmobiliaria no ha parado de crecer en estos últimos años. Viviendas con un precio de mercado muy superior a su valor han permitido la creación de muchos puestos de trabajo - por lo general poco cualificados y temporal-, pero han generado un alto endeudamiento de las familias y en las empresas, y creado grandes desequilibrios en la economía, más cuando España tenía una fuerte dependencia otros países en su financiación –superior al 30 por ciento de su necesidades-.

La caída del ladrillo es la principal causa del crecimiento del desempleo. En el último año se ha duplicado el número de parados en la construcción. Y es previsible que el paro en este sector siga aumentando durante el primer semestre de este año. Pero hay otros problemas estructurales. La economía española es poco competitiva y necesita mejorar su “progreso técnico” a la vez que articular fórmulas laborales que compatibilicen la seguridad laboral con la flexibilidad empresarial. El Gobierno está trabajando no sólo en medidas de corte Keynesiano que permitan mantener el empleo y dar respuesta a las familias más necesitadas, sino también establecer las bases de un nuevo sistema productivo, más tecnológico, que nos permita mejorar la productividad y crear más y mejor empleo en los próximos años.

En estos momentos hemos de trabajar en la generación de confianza en los ciudadanos para así recuperar el consumo e incrementar las expectativas empresariales, con el consiguiente incremento de la inversión privada y la creación de empleo. Para ello, es clave el posicionamiento del principal partido de la oposición. Hasta el momento ha dado muestras de clara irresponsabilidad, con una orientación más de oportunismo electoral que de respuesta las necesidades de los ciudadanos. Sin embargo, la responsabilidad de todos es devolver la esperanza a los tres millones de parados que hay en España. Los socialistas estamos y vamos a estar a la altura de las circunstancias: trabajando y arrimando el hombro. No lo duden.

domingo, 4 de enero de 2009

El holocausto del pueblo palestino

Si hay dos pueblos unidos por la adversidad, ésos son los pueblos palestino y hebreo. Ambos han estado sometidos a un proceso de exterminio, aunque en momentos diferentes y por causas bien distintas. En estos días estamos viviendo la opresión y matanza de los palestinos por parte de los israelitas en la franja de Gaza, ante la pasividad de la Comunidad Internacional y, especialmente, de la Unión Europea. Es una auténtica vergüenza, que merece el sonrojo del mundo occidental.

El pueblo hebreo es poderoso e influyente, en especial en el país más poderoso del mundo, pero también en otros muchos donde muchos judíos están enraizados y son grandes hombres de negocios. Esta circunstancia les ha facilitado siempre financiación suficiente, no sólo para fundar el Estado de Israel en 1947 y desplazar de su territorio a sus pobladores naturales, los palestinos, sino también para armarse y poder disputar y ganar diferentes guerras con sus vecinos árabes.

La Organización para la Liberación de Palestina –OLP, con Arafat al frente, no acabó de encontrar nunca la línea de la negociación política y el consenso, ni el apoyo unánime del mundo árabe. La Liga Árabe no ha movido ni un dedo hasta el momento. ¿A qué espera? Si no hace nada ahora, ¿cuando lo hará? El problema es que están muy divididos. Por una parte Irán, Siria y Líbano, y la organización Hezbolá, asentando su actuación en el fundamentalismo islámico; y por otra, Egipto y Jordania, que desde una posición más moderada, intentan buscar una salida al conflicto. Se trata de un laberinto de difícil solución, en el que el odio preside y cuyo conflicto se prorroga ya durante más de 60 años. Generaciones enteras de palestinos y judíos no han conocido la paz y han vivido en el odio permanente al otro pueblo.

Sin embargo, el conflicto es asimétrico. Los palestinos son pobres, muy pobres; viven de prestado y el desempleo alcanza tasas superiores al 70 por ciento. Además, están dispersos en las áreas asignadas en Cisjordania y Gaza dentro del Estado israelí. No tienen capacidad operativa de actuación frente a un gigante armado como es Israel. Pero desde que Hamás ganó las elecciones, el conflicto se ha complicado mucho más. El presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, no sólo no controla a la facción fundamentalista Hamás, sino que además se ha inhibido en el conflicto. No ha reaccionado ante la masacre, bien es cierto que la población de Gaza controlada por Hamás no acepta su autoridad, habiendo llegado en algún momento al conflicto civil entre los partidarios del Al Fatah y Hamás. Una buena oportunidad para debilitar la posición de Hamás: el hambre y el terror están haciendo mella en la población. Y la Paz, así, con mayúsculas, es el fin más deseado.

En fin, es un desastre político, cuya única salida pasa por poner freno a las acciones fraticidas de Israel ante un pueblo desarmado y empobrecido; y frenar el avance fundamentalista de Hamás, que corre el riesgo de convertirse en una facción de Al Qaeda en su posición operativa, extendiendo el conflicto por el resto del continente y en especial por el mundo occidental. Tengo mis dudas que se esté a tiempo de evitar desastres mayores.

jueves, 1 de enero de 2009

2008, el año de la crisis

Siempre el vaso se puede ver medio lleno o medio vacío. Depende de quién lo mire, y a veces de cómo se quiera interpretar. Al año 2008 le ocurre lo mismo. En este último año los españoles conseguimos ganar la Eurocopa de Fútbol -¡qué ya tocaba! - y la Copa Davis. El PSOE ganó las elecciones generales y ETA perdió su cúpula a lo largo del año hasta en dos ocasiones; sin embargo, Fernando Alonso se desinfló por segundo año consecutivo y el PP volvió a perder las elecciones. Para otros muchos españoles la gran noticia fue que los pisos comenzaron a bajar y así se reabrieron sus sueños, algo impensable en los años anteriores e incluso a principios de 2008. Hasta aquí todo fue más o menos igual que en los años precedentes, con las cuestiones singulares propias de cada año ya mencionadas. Pero la palabra del año 2008, que lo distingue con singularidad de todos los precedentes, es “crisis”.

La palabra crisis en el momento actual se extiende desde Nueva York, hasta Singapur, pasando por todos los países y ciudades del mundo, también por España. Abarca todo el mundo; o eso parece. Aparentemente estamos en una situación límite, aunque sigamos viviendo igual que antes, al menos los que tenemos la suerte de no haber perdido el empleo o no pasar hambre. Y es ahí donde aprieta el cinturón y la palabra crisis se asocia a bienestar social y económico.

La crisis económica actual, que algunos agoreros venían pronosticando desde hace tiempo, nació en 2007 al cobijo de un aparente problema hipotecario en el país más poderoso del mundo. Poco a poco, traspasó las fronteras financieras de los distintos países para convertirse en un problema económico real, cuya principal manifestación es la caída del empleo, como consecuencia de la caída del consumo de las familias y la inversión de las empresas. España no ha sido ajena al problema.

De no haberse presentado la crisis financiera internacional, España estaría creciendo a un ritmo del 3 por ciento de su PIB. La economía española en 2008 presentaba algún desequilibrio, entre ellos, la amplia expansión de la demanda en la construcción y el excesivo endeudamiento de las familias; pero en términos generales era muy consistente y sus principales indicadores estaban saneados, constituyendo nuestra principal amenaza el alto nivel de dependencia de la financiación externa –superior al 20 por ciento-, lo que, sin duda, ha contribuido a ahogar la expansión en los dos últimos trimestres del año.

Las medidas de política fiscal puestas en marcha por el Gobierno para ayudar a las familias y a las empresas han de permitir recuperar el tono económico a lo largo de 2009. El esfuerzo fiscal en España se aproxima al 1,7 por ciento del PIB –en la cumbre de Washington se recomendó el 2 por ciento del PIB-. Es de esperar que, a medida que se vayan materializando poco a poco, el empleo se recupere y se vayan creando puestos de trabajo.
El Gobierno tiene dos líneas de actuación: suavizar los efectos de la crisis especialmente para los más desfavorecidos y, por otra parte, trabajar para salir de la crisis y sentar las bases para un desarrollo económico futuro que no se fundamente exclusivamente en la construcción y el consumo.

No obstante, la crisis no deja de ser una cuestión de confianza, con un amplio componente subjetivo. De eso sabe mucho el PP, cuando argumenta que es fundamental la confianza de los ciudadanos para salir de la actual crisis económica, para acto seguido trabajar con plena convicción en la generación de desconfianza y el miedo entre los españoles, lo que no deja de ser otra manifestación de la esquizofrenia de la crisis.